Nunca estuvo dentro de mi planes, y mis amigos me aseguraron que no sabía donde me metia. Tenian toda la razón del mundo. Terminé viajando en carnaval a Río de Janeiro. Una ciudad que se transforma completamente esos cuatro días del año y se disfraza de fiesta en cada esquina, en cada plaza y en cada bar. Una ciudad que solo un gran soñador pudo haber imaginado construir entre tanta belleza geográfica. Una ciudad bonita, con una crecimiento alto y con la gente más alegre que he conocido. Una ciudad, que casi lo tiene todo. Una verdadera ciudad maravillosa.