Mientras hacia lo que se ha convertido en mi entrenamiento de estas últimas semanas, me preguntaba porque lo hacia. Porque salia a correr por un tiempo determinado sin parar, que metivaba a seguir adelante y no frenar en ese momento y admirar lo linda que es Buenos Aires tranquilo y sin prisa. Sin darme cuenta reafirmé algo que ya sabía pero que creo que no había puesto en practica, al menos no de forma tan aparente para mi. Tenia un objetivo.
Me di cuenta que si uno tiene un objetivo claro, medible y posible, uno sigue hacia el mismo con todas las herramientas que tiene. Tiene que ser claro porque debemos entenderlo, el qué. Debe ser medible para poder entender su éxito o fracaso y ser objetivos (no podemos andar con subjetividades que no dejan nada concreto). Debe ser posible, porque debemos poder alcanzarlo. Si no, de entrada, no lo haríamos. ¿Qué sucede si nuestro objetivo es tan grande que parece inalcanzable? Nos ponemos mini-objetivos en el medio. De hecho, esto de tener un objetivo es el paso para poder seguir construyendo un camino que nos lleven a algo más grande. Desde ahí se inició el pensamiento mientras corria.
Hace varios años que vengo anotandome en carreras de este estilo donde una marca auspicia, te dan la camiseta y corres cierta cantidad de km un día determinado. Mi primera carrera fue de 3km, después hice de 5km, con el tiempo le llegó la oportunidad a la de 10km y ahora estoy entrenando para la de 15km.
Me anoté con el simple objetivo de salir a hacer algo, salir a moverme. Si no tenia un objetivo que cumplir, no estaría saliendo a entrenar. No estaría disfrutando de los beneficios de tener una mente despejada después de un día de trabajo.
Me di cuenta, o reafirmé para mi, la importancia de tener objetivos, por más cortos que parezcan, pero son pasos que uno va dando. Pasos firmes que luego se convierten en el camino para algo más grande.