Hasta hace unos años usaba una cinta roja en la mano que supuestamente me protegía de malas ondas, mal de ojo o energías malas, hasta que un día leyendo sobre metafísica me di cuenta que mi creencia sobre eso estaba errada.
Cuando me puse a preguntar porque lo hacía, la respuesta me sorprendió. Lo hacía porque otros lo hacían, otros acreditaban en eso y yo lo adopte. No pensé de qué se trataba, pensé que estaba bueno estar protegido y me deje guiar. No me detuve dos segundo a entender si realmente creía. Es obvio ahora con mi sistema de creencia actual que eso no tiene sentido, pero en ese momento, lo hacía.
¿Por qué no hace sentido para mi ahora? Porque leyendo entendí, que cada uno le da importancia a lo que le das energía, osea, a lo que le das atención. A eso que uno está constantemente pensando. Entonces es ahí donde todo se da vuelta. ¿Cómo puede ser que me afecte algo a lo que yo no le presto atención? Si yo constantemente estoy pensando en que estoy protegido, no sólo lo pienso, lo creo y como lo dice la palabra creo esa realidad.
Que otra persona pueda mirarte mal, insultarte e incluso desearte el mal, eso seguro que pasa, pero eso que te desea, se lo está deseando a él mismo, por el mero principio de acción y reacción. Lo que tenemos que hacer es no caer en desear lo mismo, porque ahí perdemos nosotros y nos los estamos deseando a nosotros gracias al mismo principio.
No nos pasan cosas buenas o malas, nos pasan cosas y nosotros elegimos el sentido que le damos. Para mí todo lo que pasa, pasa por algo, entonces decido creer que eso tenía que pasar para estar protegido (o porque me está protegiendo de algo peor), o porque algo mejor vendrá en el futuro. No intento entender el porqué, intento entender el para qué y todo tiene toma otro sentido.
Un sentido dónde constantemente pienso que lo que sucede es lo mejor que podría haber sucedido para que viva lo que tenga que vivir, que aprenda lo que tenga que aprender.