24 Marchas del Orgullo han desfilado por la ciudad de Buenos Aires, buscando reconocimiento detrás de todas las consignas y subconsignas que se enuncian cada año.
Yo solo apenas hace cuatro año que asisto. Me gusta ser parte de una manifestación para el reconocimiento de los derechos de lesvianas, gays, travestis y bisexuales. Me hubiera gustado participar desde antes, he escuchado muchísimas historias y relatos de los tiempos difíciles incluso estando en democracia, cuando la expresión quedaba reprimida a nada. Reprimida no solo por autoridades o fuerzas policiales, si no más grave aún, por la misma sociedad que no aceptaba un estilo de vida diferente.
Muchas cosas han logrado desde aquellas épocas y es gracias a esa expresión multitudinaria. La ley del matrimonio igualitario no se hubiera logrado sin el apoyo de organizaciones y expresiones de apoyo, así tampoco la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hubiera logrado tener la ley antidiscriminatoria que se pide en la actualidad para todo el país.
Para nada me gusta cuando una marcha se politiza de más, porque no debería tender a ese fin, pero tengamos en cuenta que la política es la base de la marcha. Para nada me gusta cuando hay personas que se desnudan en la marcha, porque como comunicador sé, la estigmatización que se genera sobre ese hecho. Para nada me gusta cuando los medios de comunicación solo informan un punto de vista sesgado que nada tiene que ver con el objetivo de la marcha porque el resto lo ve como un hecho desagradable al cual no desea participar cuando todos son bienvenidos.
Por más de que nada de todo eso me guste, mientras pueda, voy a seguir asistiendo, porque lo que se consiguió hasta el momento, no ha sido solo por buenos políticos, si no también por la expresión de una multitud que reclama por sus derechos.
No se tiene que dejar de defender lo conquistado.